El 30 de diciembre de 2011 falleció en la Ciudad de México el arquitecto Ricardo Legorreta (1931), cuyo desarrollo profesional contó con el reconocimiento de propios y extraños. Baste recordar que en 2011 fue distinguido con el doctorado honoris causa de la Universidad Nacional Autónoma de México, UNAM, y el Praemium Imperiale en Japón.
Después de haber recibido su título en la UNAM en 1953, su obra se desarrolló a partir del estudio y la comprensión de los valores de la arquitectura, al ser discípulo y posteriormente colega de José Villagrán García, conocido como el padre de la arquitectura moderna en México. Así, las primeras obras de Legorreta se sitúan dentro de la corriente internacional, en ocasiones con un audaz despliegue tecnológico, como en el edificio de la Celanese Mexicana (1966). Algunos años después, sin olvidar las lecciones del funcionalismo, adquiere una expresión más personal basada tanto en su amistad con Luis Barragán y Mathias Goeritz, como en su personal búsqueda de lo mexicano. Una de sus primeras realizaciones en esta tendencia es el Hotel Camino Real de la Ciudad de México (1968), que logra conjugar el carácter íntimo de la llamada ‘Arquitectura Emocional’, con los complejos requerimientos hoteleros. De su muy extensa y variada producción arquitectónica, podemos decir que se desarrolló a partir de 1963 encabezando Legorreta Arquitectos, fundado en sociedad con Noé Castro y Carlos Vargas, que se transformó en 2000 en Legorreta + Legorreta, con Víctor Legorreta, Noé Castro, Carlos Vargas, Adriana Ciclik y Miguel Almaraz...