En contra de lo que su título promete, este libro no trata ni de arquitectura ni estrictamente de cementerios, limitándose a acumular citas y anécdotas que el autor ha ido recogiendo en numerosos viajes realizados junto a su esposa, autora de las fotografías. Aunque es innegable la dificultad de resumir la arquitectura funeraria de Occidente— tarea abordada con anterioridad (y solvencia) por James Stevens Curl y Howard Colvin, entre otros— resulta irritante el desorden con el que aquí se suministra la información, la omnipresencia de ejemplos escandinavos (los túmulos de Uppsala son para Worpole toda una obsesión) y la inclusión de proyectos tan ajenos al luto como la exposición de Malmö 2001 o el parque de Duisburg Norte. Lo único destacable del texto es quizá la narración de las visitas a algunas necrópolis, que podría animar al lector a incluir el cementerio entre las paradas obligadas de cualquier viaje, y completar así los retales de este desconcertante relato.