Desventrada por las tuneladoras y convertida en una interminable barricada de vallas de obra, Madrid es una pesadilla con promesa de final feliz en forma de grandes dosis de urbanidad bucólica. Y como dice la canción, vendrá un tiempo en el cual pasaremos muy buenos ratos echando pan a los patos que sin duda volverán a surcar un río Manzanares transformado en columna vertebral de los espacios verdes de la ciudad.

Mientras llega ese momento y ante el caos polvoriento de la remodelación y el crecimiento, el castigado ciudadano y el turista estupefacto pueden buscar un refugio de sosiego en el disfrute de lo intacto, el arte que atesoran los museos del Prado, Thyssen-Bormemisza y Reina Sofía. La afortunada vecindad de estas instituciones hace que podamos considerar el tramo que discurre entre la plaza de Cibeles y la glorieta de Carlos V—sin duda uno de los ámbitos más valiosos de Madrid, donde se concentran muchos de sus hitos arquitectónicos— como la mejor pinacoteca del mundo. Pero ese frondoso paseo tampoco es un escenario enteramente pacífico; tras un periodo de ampliación de los tres grandes museos mencionados que está a punto de culminar con la esperada conclusión de las obras del Prado, el conocido como eje Recoletos-Prado se enfrenta a su propio futuro, igualmente pendiente de una sustancial reforma urbana y del incremento de su oferta cultural... [+]


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