Rafael Moneo (Tudela, 1937) ha sido galardonado con el Premio Príncipe de Asturias de las Artes 2012, un reconocimiento que se suma a la ya extensa nómina de prestigiosas distinciones que el arquitecto ha ido atesorando a lo largo de su dilatada carrera, como el temprano Premio Nacional de Arquitectura (1961), el Mies van der Rohe (2001) o el Premio Pritzker logrado en 1996, hasta el momento el único concedido a un arquitecto español.

Autor de una obra esencial y discreta, siempre enraizada en su contexto, Moneo —que ha compuesto recientemente su autorretrato creativo e intelectual en sus Apuntes sobre 21 obras (véase Arquitectura Viva 136)— es autor de muchos de los emblemas construidos de la modernidad tardía española, desde el Museo de Arte Romano de Mérida —quizá su logro más feliz— hasta una de sus obras más recientes, la Iglesia Iesu de San Sebastián (véase AV Monografías 153-154), pasando por el Kursaal, la Catedral de Los Ángeles, el Museo de Estocolmo o la ampliación del Museo del Prado.

Siempre atento a las inquietudes intelectuales de nuestro tiempo, pero ajeno a modas y estilemas, Moneo ha buscado más contribuir a la coherencia de la ciudad que aportar una mera expresión personal, un aspecto reconocido por el jurado del Príncipe de Asturias, para el que la obra «serena, pulcra» y de «dimensión universal» del arquitecto navarro «enriquece los espacios urbanos».

Tras haberse impuesto a candidatos como Frank Gehry, Philippe Starck o Claudio Abbado, Rafael Moneo es el quinto arquitecto en recibir el prestigioso galardón, después de Oscar Niemeyer (1989), Francisco Javier Sáenz de Oiza (1993), Santiago Calatrava (1999) y Norman Foster (2009).