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Luis Fernández-Galiano, Join the Academy

31/12/2011


El día 22 de enero, Luis Fernández-Galiano Ruiz (1950), director de Arquitectura Viva, ingresó como académico numerario en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, cubriendo así la vacante de la medalla 10, que correspondió al arquitecto José Antonio Corrales hasta su fallecimiento en julio de 2010 y, antes de él, a Luis Cervera y Luis Menéndez Pidal. El Pleno de la veterana institución, fundada en 1752, había elegido al nuevo académico en su sesión del 20 de junio de 2011, reconociendo con el prestigioso nombramiento su dilatada trayectoria profesional, en la que se han combinado la dedicación docente como catedrático de Proyectos en la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Madrid y profesor visitante e investigador en otras universidades europeas y norteamericanas, con el trabajo editorial de difusión y promoción de la arquitectura, así como con su actividad como crítico y conferenciante.

Durante la ceremonia de ingreso, a la que asistieron numerosas personalidades del mundo de la cultura (encabezadas por el ministro del ramo José Ignacio Wert, en la que fue su primera asistencia a un acto público tras su reciente nombramiento) y de la arquitectura (entre las que destacaron maestros como Norman Foster, Dominique Perrault o el Pritzker 2011, Eduardo Souto de Moura), Luis Fernández-Galiano procedió a la lectura del discurso titulado ‘Arquitectura y vida: el arte en mutación’, concebido menos como un texto de crítica de arquitectura al uso que como un diagnóstico sintético y multidisciplinario de los problemas urgentes que afectan al mundo contemporáneo desde el prisma de la energía, de los modelos de ciudad y de ocupación del territorio.

La contestación a dicho discurso corrió a cargo de Rafael Moneo, quien glosó el periplo intelectual del nuevo académico, destacando su contribución a la difusión de la arquitectura en España gracias a su labor como articulista, haciendo hincapié en la continuidad de sus intereses medioambientales (expresados ya en El fuego y la memoria, escrito en 1982), y señalando la actualidad de esta sensibilidad energética y atmosférica en el mudable contexto de una arquitectura que hoy aspira a despertarse de su ‘pesadilla semántica’.


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