Cuando AV/Arquitectura Viva inician su año veinticinco, Casabella y Domus alcanzan su ochenta aniversario. Desde nuestra relativa juventud es inevitable sentirse intimidados por la espléndida veteranía de las dos grandes revistas italianas. Si nuestro itinerario editorial comenzó en una joven democracia que contemplaba con curiosidad la eclosión posmoderna en el Berlín con Muro de la Guerra Fría, nuestros colegas nacieron acunados por un fervor moderno que entró en resonancia con el régimen de Mussolini, y pronto se verían enfrentados a la tragedia histórica de la II Guerra Mundial.
Recordando que el gran historiador del arte Aby Warburg inició su monumental e inacabado proyecto de Atlas —Mnemosyne— el mismo año 1928 en que se fundó la revista, los actuales editores de Domus han querido homenajear al que fue su primer director, Gio Ponti, encargando a trece artistas contemporáneos —entre los cuales Mimmo Jodice, Walter Niedermayr, Martin Parr o Tobia Rehberger— interpretaciones libres de la obra del arquitecto milanés, recogidas en un número especial que aspira a ser también un mapa de los intereses creativos actuales. Sin embargo, es posible que el mejor homenaje a su largo trayecto fuese más bien el que le rindió la editorial Taschen en 2006, al publicar en doce volúmenes una selección de artículos con su diagramación original que cubren su registro de estilos, modas y tendencias, desde el art déco y el funcionalismo hasta la posmodernidad; una iniciativa, por cierto, comparable a la publicación facsímil por la misma editorial de la mítica Arts & Architecture de John Entenza, a la reedición en un solo volumen de los veinticinco números de AC —la revista del GATEPAC— por la Fundación Caja de Arquitectos o, con un formato más académico, las selecciones de artículos de Oppositions, de la Perspecta de Yale o de la Harvard Design Review realizadas, respectivamente, por Princeton Architectural Press, MIT Press y University of Minnesota Press.
De forma simultánea, Casabella ha celebrado su aniversario con la reimpresión de un número dedicado a Giuseppe Pagano, el que fuera su director entre 1933 y 1943, y con la edición de un colosal volumen de 800 páginas donde Chiara Baglione reconstruye minuciosamente su historia estimulante y azarosa, reproduciendo en facsímil artículos de sus diferentes épocas, desde sus inicios como La Casa bella, una publicación de artes decorativas, interiorismo y arquitectura orientada hacia el aggiornamento del gusto burgués, y hasta la gran revista de información y crítica profesional que hoy día dirige Franceso Dal Co,pasando por etapas tan influyentes como la encabezada entre 1954 y 1964 por Ernesto N. Rogers, con su énfasis en la continuidad histórica; la de los años setenta, con las direcciones sucesivas de Alessandro Mendini y Tomás Maldonado, en el tránsito del diseño radical a la investigación interdisciplinar; y el largo periodo de Vittorio Gregotti, que de 1982 a 1996 exploró el proyecto de arquitectura desde una óptica territorial.
Publicada actualmente por Electa/ Mondadori, Casabella ha vivido sin embargo la mitad de su historia en el marco de la editorial Domus: desde 1933, cuando Pagano se hizo cargo de la revista, dándole una orientación más profesional y cambiando su nombre al actual, y hasta 1971, en los inicios de la etapa Mendini. Aunque ahora cumple ochenta años, en esa extensa trayectoria hay una década en blanco que se extiende desde 1943, cuando la revista fue cerrada por el Ministerio de Cultura Popular del gobierno fascista italiano, y hasta 1953, año en el que Rogers tomó el testigo de Pagano, quien tras ser movilizado y participar en la resistencia murió en el campo de concentración de Mauthausen en 1945. Durante este periodo sólo aparecieron —en 1946— los números 193, 194 y 195-198; este último, dedicado enteramente a los proyectos, obras y escritos de Guiseppe Pagano, es el que Casabella ha reproducido en facsímil, tanto para honrar al arquitecto racionalista como para recordar a sus lectores más jóvenes las tormentas históricas que ha debido atravesar el pensamiento crítico durante el turbulento siglo XX.
En ese número conmemorativo figura un famoso artículo de Rogers, ‘Catarsi’—reproducido también en la obra de Baglione—, donde el gran crítico de la postguerra formula un lúcido diagnóstico de la modernidad italiana, que creció en estrecha alianza con el fascismo. «Esta es la verdad: los mejores de nosotros fueron los dos más diligentes en el error, Terragni y Pagano; artista de instinto el primero, intelectual dotado de una afilada cultura crítica el segundo». El autor de la Casa del Fascio de Como y el director de Casabella, que «reuniendo la política con el arte fue sin embargo una de las voces más claras de nuestra conciencia de arquitectos», y que antes de convertirse en disidente escribió en la revista artículos como el titulado ‘Mussolini salva la arquitectura italiana’. Ahora que celebramos el primer centenario del manifiesto futurista, una vanguardia artística que también acabaría enredando sus pasos con los del fascismo, resulta esclarecedor examinar críticamente el pasado editorial —es decir, intelectual y estético— de una arquitectura que ejerció sobre la nuestra (y, durante varias décadas, sobre todo el mundo) una influencia tan decisiva y fértil.
Hace no demasiado tiempo, Beatriz Colomina organizó una exposición de gran éxito sobre ‘las pequeñas revistas’ y su influencia en los movimientos arquitectónicos contemporáneos: las grandes revistas no merecen una atención menor y, si podemos terminar mencionando nuestro propio caso, Casabella era desde luego una de las publicaciones míticas que teníamos como modelo y referencia cuando, hace ya un cuarto de siglo, publicamos el primer ejemplar de la revista AV.