Dedicado a las obras de Massimiliano Fuksas del último decenio, es este un libro de arquitectura peculiar, como peculiar es sin duda su protagonista, un arquitecto que no quería serlo, y cuya vocación se halló siempre y aún reside en las artes plásticas. Se trata de un volumen singular por la organización de su contenido, que sitúa el índice en la página 80, tras una sección de croquis y otra de pinturas, y sobre todo por explicar cada edificio con un texto e imágenes fotográficas, mientras relega sus planos y detalles para un apéndice final. Esta escisión es coherente con el sesgo artístico del arquitecto, por más que confunda y condene al lector a pasar páginas en busca de la planimetría.

De orígenes lituanos y nacido en Italia, Massimiliano Fuksas encabeza junto a Dorianna Fuksas un estudio que ha acometido obras de escalas muy diversas, desde la casa a la terminal aeroportuaria, y que cumplen con la obsesión del autor de no ceñirse a un estilo concreto. Esta dilución de la autoría se produce a pesar de que todas ellas comparten el énfasis plástico y la desinhibición formal de los que participan ya las pinturas de las que surgen, y en cuyos tintes expresionistas se destila su acercamiento eminentemente artístico a la arquitectura.