Cuando en 1925 un joven suizo de diecisiete años, llamado Max Bill, visitó con compañeros de estudios la Exposición de Artes Decorativas de París, quedó fascinado por algunas obras que allí se mostraban, como los pabellones de Konstantin Melnikov y Le Corbusier, aunque especialmente por La ciudad en el espacio de Frederick Kiesler, expuesta en el pabellón de Austria. Por entonces era alumno de la Escuela de Artes Aplicadas de Zúrich y no tardaría mucho en inscribirse como aprendiz de la Bauhaus. Esto ocurrió en 1927, cuando su fundador, Walter Gropius, dejó la dirección del centro en manos de Hannes Meyer. La Bauhaus estaba siendo un crisol de experiencias formativas dirigidas a optimizar el diseño aplicado, con la inestimable ayuda de las vanguardias plásticas que se filtraban por los poros de una institución plenamente receptiva y decidida a orquestar la gran síntesis entre arte y técnica... [+]