Los edificios tienen vocación de durar, mucho más que los programas y no digamos que las modas. Es por eso que Jordi Badia (Barcelona, 1961) piensa que no hay arquitectura más sostenible que la que resiste bien el paso del tiempo, y al aplicar los principios más esenciales de la disciplina consigue que una gravitas atemporal se adueñe de sus obras, donde todo se amolda al usuario pero nada es superfluo. Sin renunciar a un carácter propio, el trabajo de su estudio —presentado aquí a través de cinco proyectos— procura encajar cuidadosamente en cada lugar, prolongando esa regularidad en la que el espacio público se vuelve confortable y la ciudad el más perdurable de los escenarios para la vida.