Opinion 

Hansa, colle mani!*

The Televised World Cup, a Suboptimal Show

Peter Eisenman 
30/04/2010


Por primera vez en la historia, la cadena de televisión ESPN/ABC ha retransmitido en directo todos y cada uno de los partidos del Mundial de Fútbol 2010 celebrado en Sudáfrica, que se han seguido desde los hogares, los bares y hasta los ordenadores en las oficinas de todo Estados Unidos. Como testigo presencial de cuatro partidos de un mundial, incluyendo la final de 1982 en el Bernabéu y la de 1998 en el Stade de France, creo que la televisión no es el medio más adecuado para el espectáculo del fútbol. Aunque debe admitirse que esta vez la retransmisión sin interrupciones fue pero que muy superior a las de ocasiones anteriores —en las que los anuncios impedían constantemente la visión del juego— se echaba de menos algo, un punto de emoción.

La influencia de la televisión en este deporte ha sido extraordinaria, especialmente en el amplio mercado estadounidense. Ha llegado a tal punto que, ante mi total incredulidad, la final se jugó en un estadio llamado Soccer City. En un primer momento creí que ese era el nombre que se utilizaba en los medios americanos, para consumo propio, hasta que en un viaje a Inglaterra y España después del Mundial me di cuenta de que la denominación Soccer City era generalizada. ¡Soccer City, tal cual! ¿Pero desde cuándo al fútbol se le llama soccer? Lo próximo que veremos será un número ilimitado de cambios, y equipos atacantes o defensivos, como en nuestros partidos de football americano.

Otro motivo de fastidio —además del tono condescendiente de los comentaristas, mayoritariamente británicos, hacia una audiencia que debían de considerar formada por auténticos cretinos— era la jerga que utilizaban, igualmente adaptada al léxico americano. Por ejemplo, en lugar de córner o saque de falta, constantemente decían set play, término que jamás he oído en Europa. Ni, desde luego, medir las distancias en yardas como si fuese un campo de fútbol americano.

Así que, quizás no sea tanto la retransmisión televisiva como la americanización del juego. Y por americanización me refiero a la publicidad invasiva en todas las equipaciones (primera, segunda y especial) con diferentes combinaciones de colores —en este punto debo confesar que colecciono camisetas de equipos de fútbol—, lo que dificulta el reconocimiento del equipo que está jugando. ¿Qué es eso del Manchester United jugando todo de negro? 

Lo que en cualquier caso parece importante en estos deportes, ya se trate de fútbol o fútbol americano, no es tanto el partido en sí como los rituales previo y posterior. La expectación, la lectura de todos los columnistas —desgraciadamente ahora on line—, el desplazamiento al campo —tanto si es en coche como en transporte público, recorriendo a pie el último tramo—, el entrar entre empujones de otros espectadores, la comida basura y, finalmente, el llegar cada uno a su localidad, rodeado de miles de autoproclamados expertos y árbitros. Para mí, ahí está la belleza de cualquier evento, en el antes y el después. Personalmente, me gusta cumplir mis propios rituales sagrados. Una hora antes del partido, dejo a mi familia y amigos y me dirijo a mi asiento en el estadio, para contemplar las actividades previas y meditar, en silencio, sobre el partido inminente. Así lo he venido haciendo cada año desde hace casi setenta y cinco.

Los interminables análisis sobre «quiénes ganaron y quiénes perdieron, quiénes jugaron bien y quiénes no, qué hubiera pasado si…» no se hacen tanto sobre el partido real como sobre el mundo virtual de nuestra imaginación. La televisión ha embotado esa capacidad, sustituyéndola por vistas en detalle de cada ángulo de cada jugada. Ya no es posible imaginar nada: el mundo virtual se ha alquilado al consumo de masas, como el Pabellón de Barcelona, que prefiero en las fotos en blanco y negro de mi imaginación a la realidad en color de su reencarnación actual. En ese sentido, prefiero las antiguas retrasmisiones de radio a mi flamante pantalla plana, de alta definición y mejorada digitalmente, digna del más exclusivo sports-bar.

Cuando estoy en un partido, hay tiempo y espacio para que la mente vague libremente, para pensar en cualquier cosa que me venga a la cabeza. Quizás por eso a tanta gente le gusta el fútbol, el béisbol o el cricket: porque son aburridos.

Ah, por cierto, España ganó el Mundial. Las multitudes en la Castellana disfrutaron muchísimo más que este corresponsal. 

* Expresión utilizada por los árbitros italianos cuando pitaban ‘mano’ en los partidos jugados en 1943-1944 entre soldados americanos y ciudadanos italianos. Es una mezcla de italiano, dialecto napolitano y el término italoamericano para ‘manos’.


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