Antoni Gaudí

Reus, 1852-Barcelona, 1926

29/02/2000


De todos los lugares de Gaudí, el banco del Parque Güell es un lugar especialmente mágico. Es un Gaudí puro y particularmente seductor, porque es como un ejercicio limpio e intenso, sin adherencias. Casi se podría decir que es un Gaudí claro, en vez del habitual Gaudí oscuro. El banco que bordea la explanada no tiene fauna monstruosa, como la escalinata, ni tampoco retorcimientos como la cripta. No tiene casi nada del tragicómico mal gusto que comparte el arquitecto con sus coetáneos del noucentisme y sí mucho en cambio de la alegría modernista y del colorido puntillista del trencadís. Recuerda un poco al caballete del tejado de la casa Batlló, pero sin la textura acaramelada. El banco es como el esqueleto blanqueado de un enorme reptil, un gran objeto al borde de la arena de la explanada, algo entre hueso y manufactura como decía el Eupalinos de Valéry —con perdón, por la pedantería—, que tanto gusta a los arquitectos.

Por eso este banco venía tan al pelo para el encuentro del arquitecto con Gertie, el dinosaurio que vino a sacarnos de apuros al descubrir que protagonizaba un corto de dibujos animados de 1914. Porque Gaudí era el último seleccionado para las viñetas del año del cine. Cuando por fin era posible emparejar al arquitecto de principios de siglo con un personaje contemporáneo del cine, éste resultaba ser un dinosaurio. Y muy apropiado para nuestra época, ochenta años después, presa de la tonta dinomanía desatada por los parques jurásicos.

Gertie era un ensayo de animación realizado por Winsor McCay, el dibujante de Little Nemo. Sus peripecias pueden imaginarse: la propias de un monstruo en la ciudad, y entre ellas la de levantar un primitivo automóvil con la cabeza. Porque Gertie era una chica juguetona y no se había aprendido el papel de depredador violento tan del gusto de sus sucesores. Para esta ocasión, Gertie se trae al propio McCay a bordo del auto y se coloca bajo la terraza, para gastar una broma al arquitecto. Parece que don Antonio estaba absorto con sus papeles en el banco cuando se encuentra de pronto con Gertie. ¡Qué susto! Para hacer el juego de palabras del rótulo, Gaudí se queda un poco giddy. El genio se marea.


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