Alvar Aalto

Kuortane,1898-Helsinki,1976

29/02/2000


Me parece que hay cierta analogía entre el joven Aalto y el joven pato: la de pertenecer a una segunda generación, posterior a la de los personajes más éticos o más idealistas de los años veinte. Aalto entró en el reino de la arquitectura moderna cuando ya sus flamantes sacerdotes eran Gropius, Mies van der Rohe y Le Corbusier, a oficiar de monaguillo revoltoso, y para seguir la aventura moderna a su aire. También Donald nació después de ratón Mickey y ya no es un espejo de virtudes americanas con la voz aguda del propio Disney, sino un hijo de la Depresión, de voz oscura y ronca. Un personaje pendenciero, gruñón y revoltoso, como el finlandés, y como él, muy simpático. 

Cuando yo era estudiante, nadie nos hablaba de Aalto. Mies y Corbu eran la referencia moderna, y esa cosa que llamaban arquitectura orgánica se mantenía como un misterio nórdico. Sin embargo, sabíamos de los viajes iniciáticos de Fisac y Romany a Escandinavia, donde se les había revelado un mensaje de formas y sociedades distintas, y de la conversión al mismo de Antonio Fernández Alba. Pero en los años sesenta Escandinavia era un país remoto, y la luz del Norte tardaría en alcanzarnos. Cuando llegó, las bibliotecas de Aalto nos parecieron extraordinarias en un país donde las bibliotecas eran, como la de la Escuela, un desastre. Era estupendo que una simple biblioteca pudiera ser un ejercicio de pureza moderna. Andando el tiempo tuve oportunidad de visitar algunas de las de Aalto, pero no la de Viipuri, la primera, que se había quedado detrás del telón de acero en la llamada Guerra de Continuación, y que se había erigido en un mito inaccesible. Tal vez ahora pueda ir, si lo permite el azaroso devenir de la ex URSS y su propio conflicto de continuación; pero mientras tanto mandé a Donald en mi lugar a los años treinta. Se suponía que el pato debía imitar al hombrecito de los croquis de Aalto, un personaje desmañado que llamó mi atención desde que vi el libro de la obra del finlandés, y que está retratado detrás de Donald. Como él, debía dirigirse a la estantería, e iluminado por las claraboyas, leer el lomo de los libros. Pero como es bajito, ha tomado un taburete made in Artek para ayudarse, con escaso éxito. No podía ser una historieta de Donald Duck sin batacazo.


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