Desde los años sesenta, la Universidad de Granada se ha ido asentando en la colonia de La Cartuja, un barrio del norte de la ciudad que toma su nombre del antiguo monasterio de la orden comenzando en el siglo XVI. De todo el conjunto se conserva sólo una parte del edificio original, actualmente dedicado a albergar dependencias universitarias, y algunas de las primitivas huertas del convento que potencian su incorporación al paisaje del cerro. En este entorno, la Universidad propone la construcción de una zona deportiva con un complejo programa: pistas al aire libre, pabellón cubierto, un parque y la recuperación arqueológica de los restos del monasterio.

Las distintas actividades se apoyan en plataformas horizontales. Se recuperan algunos de los enclaves tradicionales de la zona —las huertas o el antiguo claustro derribado— y se crean otros totalmente nuevos como las pistas polideportivas, entre las que destaca por su tamaño el campo de fútbol. Para resolver las fuertes pendientes del solar, el conjunto se distribuye por todos los planos como si se tratase de bancales de cultivo. Aunque el proyecto se plantea como una intervención unitaria, sus dimensiones y condicionantes históricos han recomendado acometerlo en varias fases. La primera ha comprendido la construcción del polideportivo cubierto y sus accesos.

El volumen del pabellón se entierra frente a la Cartuja, se envuelve con el lugar excavando la tierra, de la que sobresale la altura suficiente para que la claridad penetre en el espacio interior a través de la banda transparente que rodea el paralelepípedo. La entrada tiene lugar desde una ‘parata’ modelada como plaza de acceso y mirador de la ciudad. En planta, el edificio se resuelve en dos franjas que acogen, respectivamente, el graderío sobre los vestuarios y la pista deportiva. Esta sencillez se extiende a otros aspectos de su imagen, severa pero con gestos rotundos como el traslado al exterior de los cinco arcos que soportan la fina cubierta plana que cobija la pista deportiva... [+]