Aunque Dédalo construyó el laberinto en Creta, ahora es el otro extremo del mar Jónico el que alberga una intrincada y ensimismada construcción, solo abierta al entorno en uno de sus lados para perseguir el horizonte marino. Con la simplicidad de los tradicionales bagli, esta villa de verano en el Val di Noto ocupa la totalidad de su parcela, y en ella los gruesos muros que aíslan del exterior se repliegan para delimitar también las estancias. Una galería central descubierta, con recodos que se ensanchan y estrechan como una callejuela, vertebra la zona de dormir —compuesta por cinco habitaciones independientes que cuentan con pequeños patios privados— ­­­y conduce a la sala de estar y la cocina, a su vez en conexión con una amplia veranda con piscina y otro patio estrecho en el que se encajona la escalera hacia una terraza superior. Los tonos terrosos de los paramentos, el pavimento continuo de hormigón claro y el uso de porosa piedra volcánica en los espacios al aire libre, así como el esfuerzo por ocultar los acristalamientos de la vista exterior, ligan el conjunto al paisaje de la Sicilia más vernácula y del Mediterráneo más mítico.