Situada a las afueras de Palma de Mallorca, la vivienda está basada en dos estrategias fundamentales: por un lado, pasar desapercibida y, por otro, enlazar con la arquitectura vernácula de la isla. La primera de ellas responde a la naturaleza del solar; una parcela con una fuerte pendiente descendiente hacia el sur y una calle de acceso a una cota superior en su lado norte. La casa se incrusta en el terreno para no bloquear las vistas y, al mismo tiempo, adaptarse a la topografía y diluirse en el paisaje gracias a la cubierta vegetal plantada con especies autóctonas. La segunda línea de actuación consistió en la reinterpretación contemporánea del esquema y de los sistemas constructivos de la tradición mallorquina. El programa doméstico se organiza así en torno a un patio central —heredero del impluvium romano— que funciona al mismo tiempo como filtro medioambiental y como espacio de relación. Además, en lugar de mostrarse como un volumen inmaculado, la casa pretende absorber la pátina del tiempo, y emplea materiales con textura. Hacia el exterior el volumen presenta un sólido perímetro de hormigón ciclópeo construido con piedras extraídas del propio terreno, mientras que en el interior se emplean materiales más cálidos como la madera o la piel cerámica del patio...
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