A pesar de su título y de que en la portada no aparezca el nombre de la fotógrafa Hélène Binet, y por mucho que contenga también planos y dibujos, el primero de estos volúmenes es más un libro de fotografía que de arquitectura. Es el resultado evidente del enamoramiento de una cámara con el objeto de su mirada, una cámara que sabe transmitir de un modo emocionante esa reverencia hacia lo contemplado, de tal forma que suscita en el espectador el deseo de recorrer el camino inverso y de sentir bajo las yemas de los dedos las texturas rugosas, de aspirar con fuerza los olores que parecen desprender los materiales, de escuchar el eco de los propios pasos por los espacios retratados en un sobrio blanco y negro que, al renunciar a un aspecto tan importante como es el color en la arquitectura engañosamente austera del suizo Peter Zumthor, parece querer contener dentro de ciertos límites sus desbordantes cualidades sensoriales.
En este sentido, el libro ofrece un motivo de reflexión sobre las relaciones entre la arquitectura y su imagen y parece responder a una operación contraria a la que es habitual en el mundo de la fotografía arquitectónica, frecuentemente obligada a extraer dolorosamente la fotogenia de las obras retratadas, a hacer ver lo que no es evidente —porque muchas veces no existe—, a ponerse al servicio de unas intenciones que no se reflejan en la obra realmente construida, recurriendo para ello a todo tipo de mecanismos de manipulación visual. La conclusión evidente es que esta operación inversa sólo se puede llevar a cabo cuando la arquitectura lo permite, y hay pocas arquitecturas como la de Zumthor que admitan el acercamiento casi obsceno que la cámara de Binet realiza a algunos detalles de su obra. Precisamente por eso es un libro de fotografía: la cámara no se ha visto obligada a buscar en lo que tenía delante, sino a decidirse tranquilamente por alguna de las innumerables miradas que admite una realidad construida dotada de la riqueza de un hermoso paisaje natural.
Complemento perfecto de este volumen, aunque surja la tentación de decir que innecesario, es el segundo de estos libros, en el que se recoge una selección de textos del propio Zumthor. Perfecto, porque permite entender algunos de los procesos mentales que han dado lugar a una arquitectura emocionante: no sorprende que giren en torno a conceptos tales como lugar, material, energía, presencia, memoria, atmósfera, densidad o concentración. Quizás innecesario, ante la constatación de que la mejor arquitectura se sostiene sin necesidad de discurso.