Las instituciones liberales, asegura Francis Fukuyama, actúan como los canarios en una mina de carbón, y advierten del peligro de un asalto autoritario. John Gray es más pesimista, y considera que la civilización liberal basada en la práctica de la tolerancia ha pasado a la historia, porque los Estados del siglo XXI ya no protegen de la tiranía, sino del caos. Ambos politólogos son conscientes de la crisis del liberalismo clásico, atacado por la derecha populista y la izquierda progresista, en el marco de una recesión democrática que se inicia en 2008, pero mientras Fukuyama cree que no hay alternativas mejores de gobierno, y propone reformas que otorguen nueva vida al liberalismo, Gray piensa que los estados actuales se están ya convirtiendo en leviatanes, monstruos totalitarios en los que la libertad se subordina a la seguridad, un proceso que la pandemia, el cambio climático y la guerra en Europa solo han contribuido a acelerar.
En la primera página de su libro, Fukuyama define el liberalismo con una extensa cita de Gray; que enumera los cuatro rasgos de esta doctrina política, descrita como individualista, igualitaria, universalista y meliorista, porque además de afirmar la primacía moral de la personal frente a la colectividad, la igualdad radical de los seres humanos y la unidad de las gentes frente a los rasgos históricos o culturales específicos, defiende la posibilidad de corrección y mejora de las instituciones sociales y políticas. En contraste, el británico censura ásperamente al estadounidense por haber reunido la filosofía de la historia de Hegel con la evolución social de Hayek para justificar el capitalismo democrático, una crítica que extiende al nuevo liberalismo de los filósofos John Rawls y Ronald Dworkin, cuyo énfasis en la ley y los derechos juzga tan alejado de las realidades del siglo XXI como la teoría política medieval.
Liberalism and Its Discontents defiende la democracia liberal por razones pragmáticas, morales y económicas, establece su vínculo con el método científico y ofrece un bosquejo de su historia desde la Revolución francesa, pronto enfrentada con la competencia ideológica del nacionalismo y del comunismo; censura el extremismo económico del neoliberalismo, que ha provocado el descontento con el capitalismo; critica la absolutización de la autonomía implícita en la teoría de la justicia de Rawls, y las políticas identitarias centradas en la raza o el género; expone de qué forma la tecnología ha puesto en cuestión la privacidad y la libertad de expresión; propone integrar el universalismo liberal con la realidad del Estado nación y la relevancia política contemporánea de la inmigración; y termina recordando que la sofrosine clásica (como argumentó en Arquitectura Viva 249) es la clave de la supervivencia del liberalismo, un sistema que argumenta frente a sus descontentos con persuasión, claridad y su habitual elegancia expositiva.
The New Leviathans recoge, como expresa su subtítulo, ‘thoughts after liberalism’, porque su autor juzga el experimento liberal extinto. A diferencia de Fukuyama, que remite a pensadores liberales como Hobbes, Locke, Rousseau o Rawls, Gray asegura que Hobbes es el único que merece leerse hoy, pero no tanto por su fe en la razón, que compartió con otros autores de la Ilustración temprana, sino por lo que tiene de teórico del absurdo, subrayando el peligro de usar ficciones lingüísticas como ‘humanidad’, que al permitir distinguir entre grados de la misma abre la puerta a eliminar a los menos humanos, como sucedió en la Unión Soviética, en la Alemania nazi o en la China maoísta. Esa visión oscura de nuestro tiempo, que le lleva a extenderse sobre diversos episodios de la Revolución rusa, y que llega hasta hoy con la pugna entre las superpotencias, el debate sobre el Antropoceno que ha dado nueva vigencia a Malthus, o el surgimiento de la religión woke vinculada a la producción de élites superfluas, es la lección que extrae de un Hobbes cuyas citas pespuntean el texto. Al cabo, el liberalismo no es sino una nota al pie del monoteísmo occidental, y el rechazo de esa civilización por los liberales del siglo XXI, que se expresa en el régimen inquisitorial de los campus universitarios, propicia un proceso de descomposición intelectual y política. En un año en que la mitad del planeta va a las urnas, Fukuyama nos anima a vigilar las instituciones liberales como canarios en la mina, pero Gray piensa que esas aves murieron hace tiempo víctimas del grisú.