La editorial Siruela, que colocó a la filóloga zaragozana Irene Vallejo en lo más alto de las listas de ventas con el maravilloso El infinito en un junco. La invención de los libros en el mundo antiguo —una obra basada en su tesis doctoral que habría de obtener también el Premio Nacional de Ensayo— probó de nuevo fortuna con un libro redactado durante la pandemia por el profesor de la Escola d’Art i Superior de Disseny valenciana Óscar Martínez, Umbrales. Un viaje por la cultura occidental a través de sus puertas, que sin alcanzar el nivel literario y erudito de Vallejo ha recibido también un amplio reconocimiento, y que fue reseñado en Arquitectura Viva 236. Muy diferente en su naturaleza, aunque igualmente dedicado a los umbrales, es La beauté du seuil, una obra exquisita sobre la estética japonesa de los límites, publicada originalmente en 1966 por el arquitecto y profesor Ito Teiji (1920-1970) bajo el título Kekkai no bi, y vertida al francés en una edición crítica a cargo del arquitecto y antropólogo Philippe Bonnin, director emérito de investigación en el mismo CNRS (Centre national de la recherche scientifique) que pone en nuestras manos este libro delicado, erudito y fascinante.
El concepto del límite, presente también en los paisajes, la poesía o la pintura, es imprescindible para entender la arquitectura tradicional japonesa de las casas o los templos, y aquí se explora en cuatro capítulos que abordan sucesivamente el umbral, la ventana, el cierre y la puerta: el umbral o kekkai declina las múltiples formas de señalar el límite mediante celosías, cortinas, papel de arroz o seda, que hacen adivinar el interior a través de las transparencias; la ventana, habitualmente de listones, se extiende desde las generosas aberturas del gabinete-biblioteca del monje zen hasta los huecos triangulares de los piñones de cubierta, pasando por las diseñadas ritualmente en forma de flor; el cierre describe muros, tapias y empalizadas que separan el espacio doméstico del paisaje, «prefiriendo el encanto y la melancolía a la seguridad»; y la puerta permite el orgullo de ‘aparecer en majestad’, sea la aristocrática, la del samurái o la que cierra la fortaleza. Este recorrido histórico y literario nos desvela la materialidad constructiva y la dimensión simbólica de la arquitectura japonesa, pero constituye más aún una imprescindible introducción a su estética.
Ilustrado originalmente con las extraordinarias imágenes en blanco y negro de Iwamiya Takeji (1920-1989), un fotógrafo que formó parte de la renovación de la cultura japonesa durante los años 1960 —junto con Tange Kenzo, Isozaki Arata o Noguchi Isamu, transcritos aquí en la fórmula habitual del país para respetar la convención del volumen—, en la edición francesa las fotografías han vuelto a tomarse en los mismos lugares, laboriosamente localizados y visitados para dar cuenta de su estado actual, y añadiendo en muchos casos imágenes en color que documentan con rigor las arquitecturas perdiendo algo de la abstracción extrema de las originales, que al excluir con el encuadre las cubiertas curvadas y otros elementos juzgados entonces parasitarios, conseguía que las obras históricas se asemejaran a lienzos de Mondrian. Complementado con numerosos índices, cronologías y notas, amén de una excelente bibliografía, el libro es una joya que reúne la investigación con la poesía, y el rigor con el placer.
El dossier fotográfico en color de cada una de las cuatro partes del libro se inicia con una ilustración extraída de los Rollos de los milagros del santuario Kasuga, mientras las imágenes en blanco y negro contrastan las originales del volumen de 1966 —que a través del encuadre enfatizaban el carácter abstracto de la arquitectura japonesa— con otras recientes donde los edificios se presentan de forma más convencional y fidedigna.