Habitat 67, Montreal (Canadá), 1967 / Hospital, Celebration (Estados Unidos), 1998
Moshe Safdie (Haifa, 1938) y Robert Stern (Nueva York, 1939) tienen casi la misma edad, provienen de familias judías de clase media originarias de Europa y han creado grandes estudios en la costa este americana, pero ningún Plutarco contemporáneo describiría sus trayectorias profesionales como ‘vidas paralelas’. Intelectuales y profesores ambos, sus simultáneas autobiografías muestran sus profundas divergencias disciplinarias y vitales, y a la vez constituyen un extraordinario documento histórico sobre la arquitectura contemporánea. Las raíces sefardíes de Safdie están en la ciudad siria de Alepo, su infancia en Oriente Medio y su juventud en Canadá le dieron una educación cosmopolita, y tanto su formación como arquitecto en la Universidad McGill de Montreal como su trabajo en el estudio de Louis Kahn alimentaron unas sólidas convicciones modernas que pudo expresar espectacularmente en las viviendas modulares apiladas en Habitat 67, una obra muy popular que mostró su precoz talento estructural y geométrico.
Por su parte, los orígenes rusogermánicos de Stern no lo impiden describirse como ‘un chico judío de Brooklyn’ reacio a las liturgias religiosas y empeñado en ser totalmente americano, una identidad reforzada por su educación en la Universidad de Yale y su retorno a Nueva York para formar parte de la vida cultural de la ciudad, cultivar la amistad de Philip Johnson, publicar en 1969 su primer libro, New Directions in American Architecture y establecer ese año una oficina que acabaría siendo representativa de la posmodernidad.
Mientras se celebraba la Expo de Montreal, la guerra de los Seis Días fue un punto de inflexión en la historia de Israel y en la vida de Safdie, que regresó al país por primera vez tras haberlo dejado en 1953, iniciando una relación profesional con la ciudad de Jerusalén que se extendería a lo largo de medio siglo, dejando allí obras tan emocionantes como Yad Vashem, el Museo del Holocausto, una ejemplar arquitectura de la memoria que es quizá su obra mejor; aunque es probable que sus colosales realizaciones en Canadá, Estados Unidos, India, China o Singapur —donde a la famosa Marina Bay Sands se ha añadido recientemente el ‘tropical’ aeropuerto Jewel Changi— hayan recibido mayor atención.
En contraste con esta dimensión internacional —desarrollada desde la actual oficina de Safdie en Cambridge, a donde se trasladó desde Montreal en 1978 al iniciar su enseñanza en Harvard—, el trabajo de Stern ha tenido por marco los Estados Unidos, y muy especialmente Nueva York, cuya historia arquitectónica ha escrito en varios volúmenes, y donde ha ocupado el lugar de Johnson como árbitro cultural de la ciudad; pero su itinerario ha tenido otras dos etapas significativas que enmarcan bien su legado: su extensa responsabilidad como arquitecto de Disney, que subraya el componente populista del lenguaje posmoderno, y sus dieciocho años como decano de la Escuela de Arquitectura de Yale, donde mostró la ecuánime versatilidad de su talento y la generosidad de sus dotes académicas, sociales y políticas.
Estas dos trayectorias se cruzaron en 1985 en el Columbus Circle neoyorquino, donde Safdie ganó el concurso para construir dos grandes rascacielos con un proyecto de refinada abstracción estructural —posteriormente cancelado tras las protestas públicas— y donde Stern quiso después materializar su sueño de inscribirse en el perfil de Manhattan con una torre historicista promovida por Donald Trump. Al final sería David Childs de SOM el que levantaría allí dos prismas vítreos y anónimos, pero el infeliz encuentro entre las biografías de estas dos figuras del siglo XX figura prominentemente en sus relatos, y permite constatar sus ambiciones contrapuestas. Sus vidas se cruzaron, pero solo como trenes que circulan en vías opuestas por la noche.