Las artes visuales construyen sus códigos de significación solamente en el interior del sistema general de la cultura contemporánea, constituida por un complejo entramado de prácticas simbólicas del que las artes no podrían alejarse sin perder una parte esencial de su sentido y de su conexión con la vida colectiva. Siendo esto cierto, también lo es el hecho de que en ese complejo entramado de la cultura, las artes visuales componen ellas mismas un subsistema dotado de relativa autonomía y que quizás sólo desde ésta sea posible analizarlo en profundidad. Dejando de lado bienintencionados pero generalmente ingenuos proyectos de análisis del sistema global de la cultura, el equipo que ha abordado esta investigación, dirigido por Juan Antonio Ramírez y formado por profesores de diferentes universidades españolas, ha tenido el acierto de remitirse de manera monográfica a los diferentes aspectos que conforman el sistema del arte y lo ha hecho con dos premisas muy pertinentes: focalizándolo en el ejemplo español, que tiene o arrastra una serie de características específicas, y acotando el análisis a los últimos 35 años, es decir, el periodo en que ha ido asimilando su estructura y su funcionamiento al estándar del modelo occidental.
Fue aproximadamente hace treinta años cuando el término ‘sistema del arte’ irrumpió con fuerza en el lenguaje de la crítica internacional: durante el transcurso del siglo XX la actividad artística se había extendido y diversificado de tal manera que ya no resultaba posible abordar el análisis de cualquier obra o fenómeno artístico sin tener en cuenta el complejo entramado en el que se sustentaba y, sobre todo, al hecho de que este entramado formaba un grupo sistemático, es decir, un conjunto de interdependencias en el que cada factor presente influía en mayor o menor medida sobre los restantes. El mercado del arte en primer lugar, el circuito de galerías, ferias y subastas, pero también la red institucional de museos y centros de arte, centros de enseñanza y de investigación y, en estrecha relación con éstos y con el público general y los aficionados al arte, la actividad de teóricos, críticos e historiadores, la edición de libros y de catálogos.
El libro se abre con un breve pero certero ensayo de Juan Antonio Ramírez en el que comienza ofreciendo precisas cifras macroeconómicas sobre el mundo del arte y que, en un giro inesperado, se centra en el arte que ha tomado la imagen física del dinero —billetes, monedas, talones bancarios— como asunto de la propia obra de arte. El autor explica la razón de este súbito cambio: la crisis de 2008 ha puesto al descubierto, una vez más, la inconsistencia científica de la disciplina económica y, frente a ella, los artistas parecen haber ido mucho más allá en el análisis crítico de la economía global.
A continuación, el libro va desgranando las diferentes parcelas que han ido edificando el específico sistema del arte en España. Carlos Reyero analiza pormenorizadamente —revistas, suplementos culturales, catálogos, libros de entidades públicas o privadas o de formato digital— el papel de las publicaciones de arte. Julián Díaz hace lo propio con la crítica en el mismo período, mientras que Ana Dávila hace un repaso de los viejos y nuevos museos y, especialmente, de las nuevas funciones que han debido abordar. Jesús Carrillo analiza en su texto las ‘fábricas de la cultura’ como mecanismos de legitimación del sistema, mientras que Patricia Mayayo estudia el papel de las mujeres en el sistema y pone en cuestión su pretendida normalización. Y para terminar el libro, que puede ser leído como un grupo de ensayos pero también como un completo manual sobre el tema, Héctor Sanz realiza el único estudio de tipo monográfico: el papel de los artistas y la iconografía gay durante los difíciles años de la Transición española.
Y para terminar, una brevísima nota sobre otra publicación colectiva que acaba de salir a la calle: La historia del arte y sus enemigos. Estudios sobre Juan Antonio Ramírez, en la que un grupo de estudiosos que en algunos casos coinciden con los del anterior volumen, glosan diferentes aspectos del gran historiador del arte desaparecido hace ya año y medio: su interés por extender el método iconográfico a aspectos de la imagen popular como el cómic o la escenografía cinematográfica, su pasión por encontrar significados a la arquitectura, su secreta pasión literaria como Clavelinda Fuster y, especialmente, en un libro homenaje como éste, su dimensión humana, la variedad de sus intereses y la profundidad y originalidad de su aportación, su compromiso político y su independencia intelectual.