Ronchamp: un paisaje de acústica visual

Josep Quetglas 
01/01/2015


Le Corbusier denunció «les yeux qui ne voient pas», los ojos rutinarios incapaces de ver lo nuevo. A menudo, colocaba cabeza abajo una de sus pinturas, para volver a verla, y había llegado a proponer a sus lectores del volumen sobre Ronchamp de Les carnets de la recherche patiente, de 1957, que dieran la vuelta al libro que tenían entre manos, para mirar las fotografías de la capilla de lado o del revés: «Intentad mirar las imágenes al revés, o giradas un cuarto. ¡Descubriréis el juego!»

¿Con qué ojos mirar hoy el paisaje de Ronchamp, si queremos escapar a la mirada que sólo reconoce lo que ya sabe? Los surrealistas gustaban fotografiarse con los ojos cerrados: ¿qué veían?

En todo caso, ningún paisaje del siglo xx debería ser mirado con los ojos de Plinio o de Carlos Linneo; ni con los ojos de los románticos, capaces de ver brumas y nubes, como Caspar David Friedrich o John Ruskin. Nadie puede escapar a su tiempo, estamos obligados a mirar Ronchamp como nos han enseñado tanto Piet Mondrian, que se consideraba un pintor de paisajes, como John Cage, otro productor de paisajes sonoros.

Una caja de resonancia atrae los sonidos, incluso inaudibles, que se producen a su alrededor y los captura en su interior. Los reúne y los devuelve al exterior, no sólo amplificados sino ‘transformados’, hechos forma, como si por fin fueran ellos mismos. La caja de resonancia nunca repite, no es un espejo; en su interior se produce una misteriosa mutación. Así hace el violín, así hace el tambor.

Le Corbusier llamaba a este fenómeno, cuando la caja de resonancia era un edificio, ‘acústica visual’. Aquello que, antes de la existencia del edificio, era naturaleza caótica, entorno sin sentido, quedaba transformado, construido y comprendido como paisaje al resonar con y por la arquitectura. Aunque Le Corbusier date el descubrimiento de la acústica visual en su temprana visita al Partenón, no será hasta 1929 —como describe en Précisions—, al ver el paisaje desde un pequeño avión en sus ‘promenades’ por los cielos de Argentina y Uruguay, que propondrá una arquitectura capaz de integrar en contrapunto visual el paisaje y la arquitectura, fundiéndolas en un mismo acorde. El Plan Obus para Argel, inmediatamente posterior a sus vuelos americanos, será su primera gran composición de acústica visual.

«¡Sombras proyectadas, con rigor del trazado, pero arabesco o recorte, tan hechizante! ¡Contrapunto y fuga. Gran música!», escribía Le Corbusier en la página donde recomendaba ver invertidas las fotografías de Ronchamp...


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