(1933-2008)
Meca del turismo de masas, Benidorm no sería el formidable éxito económico actual sin la actuación visionaria del que fue su alcalde durante más de diecisiete años (1950-1967), Pedro Zaragoza. La ciudad alicantina abandonó la empobrecida situación de la posguerra para convertirse en una empresa rentable —en la actualidad, tras Londres y París, es la ciudad europea con más pernoctaciones hoteleras— y en un laboratorio de planificación urbana que crecía a ritmo trepidante bajo los auspicios del primer Plan General de Ordenación Urbana en territorio español en 1956. En él, Zaragoza apostaba por la alta densidad, las grandes alturas y el espacio público para poder alojar el creciente número de turistas que, además de beneficios económicos, alteraban los recatados hábitos de una España franquista de catolicismo supersticioso. Permitir el uso del bikini en las playas de la ciudad en 1952 casi le valió la excomunión, que logró detener con un viaje en vespa hasta la residencia del Caudillo. Tras retirarse de la alcaldía, ocupó varios puestos relevantes en la Administración. Al jubilarse empezó estudios universitarios de Derecho y, paradójicamente, el inventor del turismo también se graduó en Turismo.