1939 - 2012

Manuel de Solà-Morales i Rubió tuvo una influencia decisiva en los cambios urbanísticos de la Barcelona de los Juegos Olímpicos de 1992, como artífice de la transformación del frente marítimo de la ciudad —remodelando el Moll de la Fusta— y de la Illa Diagonal, en colaboración con Rafael Moneo. Nieto, hijo y hermano de arquitectos comprometidos con la capital catalana (su padre fue decano del Colegio de Arquitectos de Barcelona entre 1954 y 1964), y discípulo de Ludovico Quaroni en Roma y de José Luis Sert en Harvard, Solà-Morales fue catedrático de la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Barcelona, institución donde fundó el laboratorio de Urbanismo y la revista UR, verdadero órgano de difusión de las nuevas ideas sobre la ciudad. Sus profundas y fructíferas concepciones del urbanismo, de sesgo multidisciplinar y sensibilizadas sobremanera con la noción de espacio público, fueron reconocidas en todo el mundo, lo que le condujo a trabajar en gran número de ciudades europeas, de Berlín a Nápoles, pasando por Amberes, con proyectos tan destacados como el espacio público de las dunas de Gröningen, en los Países Bajos, o el Paseo Atántico de Oporto, en Portugal.