«Un pequeña exposición dedicada a una gran figura»: así define su comisario la muestra sobre Lina Bo Bardi que hasta el 3 de mayo podrá visitarse en el MAXXI de Roma. Dedicada a la obra que la joven Achillina di Enrico Bo realizó entre 1939 —cuando finaliza sus estudios— y 1946 —año en el que se traslada a Brasil—, la muestra se suma a los muchos reconocimientos que, con ocasión del centenario de la maestra, han tenido lugar a lo largo del año pasado, desde la publicación de la monografía a cargo de Zeuler R. Lima hasta la muestra comisariada por Andres Lepik en Múnich (véase Arquitectura Viva, 167 y 168).

El interés de lo recogido ahora en Roma estriba en dar cuenta del periodo en que Lina aún no era la ‘Lina’ brasileña que sabría forjar una modernidad povera y anclada en la cultura local, sino un talentosa joven que se había formado en Milán con el tradicionalista Giovannoni y el fascista Piacentini, antes de tener que enfrentarse al vacío que, para la arquitectura italiana, fueron los años de la II Guerra Mundial. Sin embargo, y acompañada siempre de su socio Carlo Pagani (quien la introdujo en el círculo de Gio Ponti y Giorgio di Chirico), Lina Bo supo ir forjando en esos difíciles años un singular lenguaje, reconocible en sus extraordinarios dibujos, así como una posición crítica propia, que defendió a través de sus colaboraciones con revistas como Domus, Lo Stile o A. Todo ello fue el germen de la Lina que, desencantada de la Italia de la posguerra, hallaría en Brasil «el país inimaginable; el país donde todo era posible».