La significación de Le Corbusier

Alan Colquhoun 
01/01/1987


No es frecuente observar, desde la perspectiva del historiador y del crítico, una trayectoria tan compleja, tan contradictoria y al mismo tiempo tan cerrada en sí misma como en el caso de Le Corbusier. En principio parece que una obra singular, siempre destacada de su contexto y sujeta a violentos virajes, no debería formar un todo coherente, sobre todo si se piensa en la enorme distancia que, aparentemente al menos, separa los distintos momentos de su producción. Alan Colquhoun establece los términos de una lectura que permite predecir la obra tardía de Le Corbusier en el joven Jeanneret, remitiéndola también a las etapas intermedias. La explicación radica tanto en los propios mecanismos internos de la creación como en el momento histórico en que se desarrolló la obra corbuseriana.

Más que cualquier otro arquitecto del Movimiento Moderno, Le Corbusier sostenía que la arquitectura era el producto de la inteligencia creativa individual. El orden creado por ella era ideal, no pragmático. Si decía que «la casa es una máquina para vivir» no era para incluir la arquitectura en alguna de las ramas de la ciencia empírica, sino para tomar la máquina como modelo de una obra de arte cuya forma y estructura venían determinadas por leyes internas a ella misma. Las leyes propias de la tecnología eran diferentes de las propias de la arquitectura, ya que las primeras tratan de resolver problemas prácticos mientras que las segundas tratan de crear estados mentales. Sin embargo, tanto en uno como en otro caso sólo podían alcanzarse los resultados deseados mediante el entendimiento de las leyes que controlaban su producción...[+]


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