La generación nacida a partir de 1986, año en que España ingresa en Europa, marca un punto de inflexión en la arquitectura de nuestro país. Tras el auge de la profesión al calor de la Expo de Sevilla y los Juegos de Barcelona, y tras la dramática caída con la crisis económica global —de la que la construcción fue cómplice descarada—, los jóvenes arquitectos se enfrentan ahora a una pandemia que lleva dos años trastocando cualquier deseo de estabilidad. Esta es una generación que comenzó a formarse en años fructíferos pero que pronto se dio de bruces con la realidad sombría de la recesión. Han pasado ya más de diez años, y estos arquitectos noveles se han reinventado desde entonces, construyendo un ecosistema tan feliz como precario en el que, a través de cambios de formato, de escala y de objetivos, han podido desarrollar su creatividad...
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