(1918-2008)
Un año antes de su fallecimiento, Jørn Utzon había cambiado su refugio mallorquín de Can Feliz por su Dinamarca natal. Había cumplido ya los 90 años y llevaba décadas alejado de la profesión, aunque colaboraba como asesor de sus hijos Kim y Jan, también arquitectos. Utzon será siempre recordado como el autor de una de las obras icónicas del siglo XX, la Ópera de Sidney, que ganó en concurso en 1957 cuando contaba 38 años. Un jurado internacional, en el que estaba presente Eero Saarinen, eligió el proyecto de las sugerentes bóvedas entre más de 230 propuestas. Ser hijo de ingeniero naval posiblemente influyó en el diseño de esas velas ingrávidas recubiertas de cerámica que se izan frente al mar de Tasmania, y que terminarían transformando la imagen de Sidney, reforzándola frente a Melbourne, su eterna rival. Paradójicamente, Utzon nunca vio su gran obra terminada: en 1966 fue apartado de la dirección facultativa tras succesivos desencuentros políticos, el aumento progresivo de los costes y los continuos retrasos influyeron también en el amargo desenlace. Nunca más regresó a Australia, a pesar de los premios y condecoraciones que se le otorgaron: la medalla de oro del Australian Institute of Architects en 1973 o las llaves de la ciudad en 1998, que el alcalde de Sidney tuvo que entregarle en Dinamarca. El arte es largo, la vida breve. Afortunadamente, su longevidad le permitió disfrutar del reconocimiento internacional merecido, cuando, treinta años después de la finalización de la Ópera, recibió en 2003 el premio Pritzker. Cuando se le otorgó la medalla de oro del RIBA declaró «si te gusta el trabajo de un arquitecto, le ofreces algo que construir, no le das premios». Utzon dejó un legado intenso, de gran expresividad plástica: los conjuntos residenciales en Helsingør y Fredensborg (1956 y 1959); el museo no construido en Silkeborg para Asger Jørn, el pintor del grupo expresionista CoBrA (1963); la Asamblea Nacional de Kuwait, diseñada en 1972, completada en 1983 y reconstruida tras la Guerra del Golfo por el despacho HOK; la iglesia en Bagsvaerd (1976), de interior ondulado y una elegante síntesis de componentes panteístas y cristianos, y sus casas en Mallorca, Can Lis (1974) y Can Feliz (1994). Heredero de Erik Gunnar Asplund y Alvar Aalto —en cuyo estudio trabajó después de la II Guerra Mundial—, y seguidor de Frank Lloyd Wright, en su artículo Plataformas y mesetas se reconocía deudor de las civilizaciones oriental, islámica y precolombina.