
Hablar actualmente de neoliberalismo conlleva dos problemas. El primero deriva de la propia indefinición del término, convertido, tal como denuncia José Manuel Naredo en La crítica agotada, en un ‘no-concepto’ vacío de contenido, una suerte de mantra que desde hace décadas concentra todo lo maligno del sistema capitalista. Por otro lado, en un momento de rearme arancelario y de ofensiva nacionalpopulista contra el mercado global, muchos de los rasgos comprendidos bajo la etiqueta ‘neoliberal’ parecen haberse diluido e incluso invertido, sumiendo a la crítica progresista en el desconcierto.
Hechas estas salvedades, el texto de Spencer constituye una exhaustiva exploración de cómo desde finales de los años setenta se ha ido construyendo un discurso que valida dicho ‘neoliberalismo’ en el ámbito de la teoría y la práctica arquitectónica, a partir de un conjunto de materiales en el que confluyen de la Escuela de Fráncfort, la French Theory y la teoría de sistemas a las utopías tecnológicas contraculturales británica y estadounidense; todo ello en torno al eje de la teoría de complejidad y los conceptos de autoorganización y autopoiesis. Se agradece este rigor en la exploración, aunque es cierto que a estas alturas podría considerarse escasamente revelador afirmar que Rem Koolhaas, Zaha Hadid, Alejandro Zaera y oficinas como OMA, FAO, NOX o MAD, entre otras, constituyen el epítome del pensamiento neoliberal en la arquitectura.
En otro orden de cosas, y a pesar de la encendida defensa que hace el autor de la crítica arquitectónica como medio necesario para denunciar este discurso beligerantemente conformista e implícitamente autoritario, se echa en falta la referencia a otras vías críticas ya consolidadas: algunas de ellas basadas en los mismos andamiajes teóricos con que se ha revestido el discurso del sistema, así como otras centradas en lo que podríamos denominar paradigma ecológico, un aspecto tan ruidosamente ausente de las reflexiones del autor como el que se refiere al urbanismo.