© Museo ICO / César González
La pandemia y el resto de crisis vienen poniendo entre paréntesis los pilares de nuestro entramado económico, social y político, y han conducido también a una revisión de la arquitectura. Unos creen que se trata de una cuestión de resiliencia —de aguantar hasta que las aguas vuelvan a su cauce—, otros de adaptación tecnológica —nuevas soluciones para nuevos tiempos—, en tanto que hay quienes piensan que la crisis disciplinar solo puede afrontarse mediante un verdadero back to basics: un retorno a lo esencial.
Entre estos últimos se encuentra Anna Heringer, una arquitecta y activista formada en los movimientos católicos de base y que ha demostrado su compromiso social y su talento poético a la hora de atender a los más necesitados, tal y como evidencia la muestra, ‘Anna Heringer. Essential Beauty’, que podrá visitarse en el Museo ICO de Madrid hasta el 8 de mayo. Se trata de una exposición en la que, además de textiles inspirados en las tradiciones bangladesíes y de un gran mural de barro elaborado por los alumnos de la ETSAM, el visitante podrá examinar, mediante planos, fotos y maquetas, los trabajos más representativos de la alemana, desde sus proyectos en Bangladés concebidos para fortalecer la confianza colectiva y las economías locales hasta sus obras en Europa, como el altar de tierra para la catedral de Worms. Todos ellos definidos por su impronta material y que ejemplifican el gran lema de Heringer: «La arquitectura es una herramienta para mejorar la vida de las personas».
