Diego Delas y Julius Heinemann presentan una atractiva instalación-exposición hecha a cuatro manos en la galería F2.
El confinamiento ha hecho que nos replanteemos la forma y el lugar en el que vivimos, los espacios que recorremos y cómo la hiperconectividad llena, aunque sea de un modo invisible, todo. Calidez del Adentro, de Diego Delas (Aranda de Duero, 1983) y Julius Heinemann (Múnich, 1984), en la galería F2, crece sobre esta idea apoyándose en una atractiva instalación-exposición hecha a cuatro manos, aunque los elementos aportados por cada uno de los artistas se distingan con claridad.
El peso de la propuesta lo llevan los paneles de madera cubiertos de cemento, un material rudo al que Delas saca texturas sorprendentes. Articula con ellos el espacio y los convierte en una especie de expositores de monotipos rojos, azules y negros, que el artista carga con su característica simbología de medias lunas, círculos y estrella. Funcionan, además, como paredes en su parte trasera, donde Heinemann cuelga sus acuarelas. Estas pinturas de gestos y elementos mínimos repiten, con una economía absoluta de color, un mismo motivo de manera recurrente: una ventana, que conecta el interior con el exterior.
Esta estructura contrasta con la levedad de la cortina de malla textil de Heinemann –Cuarto moderno. Madrid (2021)– que da acceso a la sala. Tiene algo de lienzo gigante sobre el que se han pintado distintos cuadros de colores, a modo de píxeles. Atravesándola pienso en Remedios Zafra y su Un cuarto propio conectado, en los límites entre lo doméstico y lo exterior. Pero también en las celdas de Louise Bourgeois, que alguna vez perimetró con mallas. Hablaban de fragilidad y de miedos, pero también de refugio...
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