La Fundación March de Madrid celebra el centenario del artista Fernando Zóbel con una selección de las principales joyas del Museo de Arte Abstracto de Cuenca.
Alfred H. Barr, el primer director del MoMA de Nueva York, acababa de cerrar su etapa como responsable de colecciones del museo cuando visitó Cuenca en 1967. El que probablemente sea el gestor cultural más influyente del siglo XX, quien inventó la institución museística contemporánea, encontró en la ciudad manchega, colgado de un acantilado, «el pequeño museo más bello del mundo». Así lo definió durante una comida con el artista y coleccionista Fernando Zóbel, tras visitar los espacios del Museo de Arte Abstracto español que éste inauguró un año antes.
La creación en 1966 del Museo de Arte Abstracto Español en las Casas Colgadas del siglo XV en Cuenca es un capítulo fascinante y único de la historia cultural de nuestro país. La fe pionera de Fernando Zóbel en los artistas abstractos se materializó en un espacio insólito que pronto tuvo un enorme eco internacional y suscitó elogios como el de Alfred H. Barr, primer director del MoMA de Nueva York, que da título a esta exposición.
El joven museo, nacido de la iniciativa de un artista, creó un espacio de libertad independiente del régimen político, reafirmó a toda una generación de pintores y escultores, preparó a las más jóvenes y produjo todo un público nuevo en un país que no contaría con museos de arte contemporáneo hasta después de su transición democrática, más de veinte años después de aquella aventura única y original.
En 2022, la Fundación Juan March —titular del museo desde 1981 por expreso deseo de Zóbel— procedió a climatizar completamente el edificio. Aprovechando el cierre parcial del museo, concibió con cinco instituciones una exposición itinerante internacional de parte de su colección, que, tras su paso por Granada, Barcelona, Dallas (Texas, EE.UU.) y Coblenza (Alemania) se presenta ahora, a su vuelta, en Madrid, hasta el 30 de junio.
Catálogo: «El pequeño museo más bello del mundo»
El Mundo: Zóbel y "el pequeño museo más bello del mundo" que colgaba de un abismo