Antes de la pandemia, la colección Feuerle proponía en Berlín el arte lento y distanciado. Hoy es un éxito. El teléfono móvil se queda fuera. El ruido de la calle, ya lejano tras las paredes del búnker de la era nazi. La sala, totalmente oscura. Suena música de John Cage. Pasados unos minutos, la vista se acostumbra a la oscuridad y los sentidos se activan hasta ser capaces de distinguir sensaciones atmosféricas antes imperceptibles. Es cuando arranca la visita a la colección Feuerle, que se ha convertido en símbolo del arte lento, que huye de las masas y que se reivindica ahora a la fuerza por la pandemia.
Este antiguo búnker de la Segunda Guerra Mundial es un espacio gigantesco, de 7.350 metros cuadrados, que el arquitecto minimalista británico John Pawson dejó diáfano. La luz es tenue y no hay nada en la estructura de hormigón visto que distraiga al visitante. Apenas las obras, pocas, muy separadas las unas de las otras y bien iluminadas. Al fondo, una gran terma llena de agua, que se pierde en el horizonte y se confunde con el reflejo del vidrio...[+]