Hace unos diez años publiqué Jardines. Los verdaderos y los otros, un librito en el que me burlaba de la afición por la jardinería que se estaba poniendo de moda entonces entre señoras bien, millonarios horteras o concejales obsesionados por las zonas verdes y las rotondas. Inevitable, hoy, esta nota sobre el jardín en los tiempos de la covid-19 porque, aunque no sé ―ni quiero saberlo― si es posible identificar o siquiera hipotetizar un tipo de jardín vinculado a la epidemia, lo cierto es que con ella la jardinería se ha convertido en un fenómeno de masas. La idea, simple y profundamente equivocada, es que el virus, el enemigo rastrero, estaría relacionado con un mundo creado por el hombre que vive a merced de un progreso enloquecido. A este ámbito artificial se contrapone la salvífica y reconfortante naturaleza, es decir, el jardín con sus árboles y pajaritos. Pero incluso quien, como el arriba firmante, sospecha que la covid se escapó de un laboratorio, sabe bien que por mucho que el hombre lo haya intervenido y adulterado, el virus es una forma de vida tan natural como los líquenes y las bacterias, los lenguados y las gencianas. El jardín, por el contrario, es lo más lejano a la naturaleza que pueda imaginarse...
El País: El jardín en los tiempos de la covid