Pau Llorens ojea Instagram y reflexiona. Un grupo de atletas de la República Checa, rivales suyos en numerosas competiciones, ha viajado a Kenia para entrenar en altura y, viendo sus fotos de los campos alrededor de Iten, tiene una idea. Lleva toda la vida yendo desde su pueblo, Casserres, en el Prepirineo catalán, a Manresa, a 50 kilómetros, para poder correr en una pista cuando, en realidad, podía haber hecho otra cosa. "Podía haber creado una pista al lado de casa", descubre mirando el móvil y así empieza su proyecto.
El pasado otoño, con las modestas instalaciones kenianas como ejemplo, Llorens se decidió a montar una pista de 400 metros en el campo de su pueblo. Ante la falta de iniciativa de los políticos de la región alrededor de Berga, su idea era limpiar un anillo de 400 metros y ponerlo a disposición de todo aquel que quisiera entrenar, aunque no pudiese ofrecer ni tartán, ni iluminación ni, por supuesto, vestuarios. Se unió a otro atleta del pueblo, Carles Cort, y pronto vieron que crear una pista era una ambición posible y, a la vez, más difícil de lo que parecía...
El Mundo: El atleta que se hizo una pista en mitad del campo a golpe de tractor