El pasado 12 de enero Haití, el país más pobre de América, sufrió un seísmo de magnitud 7 en la escala de Richter. Puerto Príncipe, la capital, quedó destruida y también sufrieron daños las ciudades de Jacmel, Carrefour y Leogane. El número de víctimas mortales se ha calculado en más de 111.000, llegando algunas estimaciones a 150.000; los heridos, en casi 200.000 y en tres millones los damnificados. Estas cifras sólo cuantifican la devastación; las terribles imágenes mostradas por los medios la describen, y los estremecedores testimonios de quienes la han vivido nos la acercan, pero es difícil asimilar la magnitud del desastre ocasionado por un fenómeno geológico sobre un territorio con graves carencias previas al terremoto. La comunidad internacional ha reaccionado con rapidez y masivamente. Tras los primeros días dedicados a buscar supervivientes y atender a los heridos, llega la fase de alojar a la población en tiendas de campaña; la reconstrucción durará años.