Fallecido el 5 de abril, el arquitecto francés Bernard Schoeller fue conocido por su trabajo en el gran estudio de los hermanos Arsène-Henry, con los que levantó, entre otras obras, un buen número de viviendas sociales, así como el tercero de los rascacielos de La Défense en París: el edificio de cien metros de altura que hoy se denomina Tour Blanche. Sin embargo, su carrera sigue estando ligada fundamentalmente a un objeto insólito, la piscina Tournesol, fruto de un concurso convocado por el Gobierno francés en 1969 para la realización de «mil piscinas» a partir de cinco modelos. De ellas, se erigieron, entre 1973 y 1984, casi doscientas de acuerdo al esquema de Schoeller.
Diseñadas junto al ingeniero Thémis Contantinidis, las piscinas Tournesol son estructuras radiales semejantes al esqueleto de un erizo de mar, de 35 metros de diámetro y 6 de altura, cuyo interior cobija un vaso de 25 metros de longitud. Son objetos insólitos no tanto por su forma orgánica o por su material predominante —el poliéster—, cuanto por el hecho de que su fachada de tramos correderos pueda abrirse hasta en un tercio de su superficie.
Dudosas en cuanto a su funcionalidad, y valoradas de modo desigual, las piscinas de Schoeller son el resultado destacado de una modernidad tecnocrática y colorista que hoy sigue gustando por su impronta vintage.