En 1915, estudiando las recién publicadas ecuaciones de campo del físico alemán Albert Einstein, su compatriota Karl Schwarzschild descubrió que implicaban la existencia de unos objetos extraños y sobrecogedores, puntos del cosmos donde la masa estaba tan concentrada que ni siquiera la luz escaparía a su influjo. Ahora sabemos que esos monstruos devoradores de todo existen y que los mayores se encuentran en el interior de los objetos más brillantes del universo.
Los núcleos galácticos activos, como se llama ahora a esos objetos, son regiones del centro de una galaxia que no brillan por tener muchas estrellas. En realidad se trata de acumulaciones de polvo cósmico y gas en torno a un agujero negro supermasivo que no es capaz de devorar tal cantidad de materia. Como en una danza en la que una multitud corre y choca en torno a un centro que tira de ellos, las fuerzas gravitatorias y la fricción a las que el agujero somete a esa inmensa nube de gas y polvo hacen que se eleve la temperatura y se genere una intensa radiación electromagnética...
El País: Encontrado un agujero negro oculto en una rosca de polvo cósmico