A principios de mayo del año pasado, el anuncio de la marcha de la colección de arte de François Pinault a Venecia provocó en Francia una grave crisis. Amenos de tres semanas del referéndum sobre la Constitución Europea, que sería rechazada en perjuicio de las élites, la noticia parecía simbolizar el hundimiento de Francia en la burocracia, las rencillas personales y la influencia perversa de las asociaciones vecinales.
Tras la elección de un proyecto apocado para la reorganización del distrito de Les Halles de París, y la preparación de unos planes decepcionantes para la candidatura de la capital a los Juegos Olímpicos de 2012, este país, que en los años ochenta se enorgullecía de ser el campeón de las grandes realizaciones culturales y el modelo de la obra pública eficaz, no cesaba de mostrar sus debilidades, tropezando bajo el efecto de las fuerzas del rechazo, de las intrigas políticas, de los chantajes financieros y de los problemas administrativos... [+]