Tal como lo conocemos hoy, el cuarto de baño no tiene aún dos siglos. La limpieza empezó a asociarse a la higiene a fines del siglo xviii, y a lo largo del xix se consolidó el baño doméstico. Con los avances de la medicina, la salud se asoció definitivamente al agua, pero hasta después de la I Guerra Mundial no se generalizó como una pieza imprescindible de la casa. Antes, el baño había sido más un rito purificador que una rutina necesaria.
No es posible describir los cambios en el cuarto de baño a lo largo de la historia sin atender a la evolución de la vivienda en su conjunto. Así, el libro de Justo García Navarro y Eduardo de la Peña se centra en cómo se han materializado los hábitos de limpieza corporal y la eliminación de residuos orgánicos en la vivienda urbana, partiendo de la distinción entre formas regeneradoras y formas higiénicas.
Por su parte, el volumen de Fran- £oise de Bonneville, dedicado al mismo tema y como el anterior generosamente ilustrado, desprende vapores más voluptuosos ya desde la portada (con el baño de la ‘casa blanda y peluda’ de Ushida y Findlay). Y aunque efectúa el mismo recorrido histórico, su guión sigue una pauta temática, dedicando el primer capítulo al agua, el último a los placeres sensuales del baño, y los tres intermedios a los baños públicos, a los baños privados y a la transición entre el cabinet de toilette decimonónico y el ‘laboratorio del cuidado personal’ que es el baño moderno.