Norman Foster

Manchester, 1935

29/02/2000


La escena sería incomprensible, si no fuera porque cualquiera recuerda la portada de Objectif Lune. Creo que es el primero de una serie de álbumes de madurez de Hergé, con el que se inauguran los episodios de grandes recursos tecnológicos, que culminan a mi juicio en Cock en Stock. Hasta entonces, el maestro belga había incorporado efectos cinematográficos, estudios precisos de actitudes y de mímica y fidelidad minuciosa a los modelos. Pero ahora aparece la conquista del dibujo tecnológico. Aviones, con mayor precisión que los tebeos americanos, tanques, barcos, una central nuclear... Por complicado que sea el dibujo, la línea clara de Hergé lo interpreta ahora con maestría. Esa línea clara de la que Moebius dijo que era casi un ejercicio de virtud, y que hace de Georges Rémy, Hergé, la admiración de tantos dibujantes, entre los que me cuento. Por otra parte, de todos los personajes del belga, ninguno como el reportero Tintín (pronunciado más bien tantan en el original) ha desarrollado esa línea hasta tan alto.

Había que buscar un compañero tan virtuoso como Hergé y como Tintín para la serie, y resultó ser Norman Foster. Todo empezó con las fotografías de la torre de Collserola. Siempre me pareció que la torre quería echar a volar. Me recordaba el cohete lunar de Tintín, y lo busqué en el álbum de Objectif Lune: también el dibujo de las torres de lanzamiento recordaban las estructuras del Banco de Hong Kong, así que no hubo más que desarrollar la idea y añadir el edificio Sainsbury, y poner a Foster en el lugar del profesor Tournesol. Para utilizar la portada del jeep hubo que modificar la perspectiva porque la portada es más estrecha que el formato de ‘Historietas’. Sólo faltaba añadir algún detalle, como el rótulo de Arup en la placa, que hace el mismo juego que en el barco de Utzon, señalando al ingeniero de las estructuras maravillosas, o la alusión a la editorial. Era una pena dejar fuera a la pareja Dupond-Dupont, pero quitarían tensión al momento de la viñeta. 

La anécdota tuvo sus corolarios graciosos. Para celebrar su 60 cumpleaños, Norman Foster dio una fiesta en lo alto de la torre de Collserola. Y para su boda con la doctora Ochoa, la revista le regaló el original de su historieta. Es el único que ha salido de la colección.


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