Un anillo blanco, minimalista y medioambiental, acogerá en 2015 a gran parte de la plantilla de Apple en Cupertino (Baja California). Fue el propio Steve Jobs quien, el pasado noviembre, anunció la noticia de que Foster + Partners, asociada a las ingenierías ARUP y Kier & Wright, sería la oficina encargada de la ampliación de la sede del fabricante de ingenios tan emblemáticos como el Mac y el iPhone. Desde entonces, la expectación por la propuesta ha sido creciente, aunque apenas han trascendido noticias al respecto, a pesar de que era conocido cómo Norman Foster había tomado personalmente las riendas del proyecto, trabajando mano a mano con el propio Jobs, quien se encargó —como si de la aparición de un nuevo producto estelar de la empresa se tratase— de presentar el nuevo campus al consejo municipal de la ciudad el pasado mes de junio, poco antes de abandonar, por motivos de salud, su puesto como consejero delegado de la compañía.
El proyecto comenzó en 2006, cuando la empresa estadounidense —la segunda del país y una de las mayores del mundo por capitalización bursátil— adquirió una parcela de veinte hectáreas, colindante a su actual sede, que fue posteriormente ampliada con otras cuarenta hectáreas más. La compra de estos terrenos ha permitido que el proyecto se plantee como un verdadero campus verde, diseñado a partir de estrategias medioambientales y apenas colonizado por la arquitectura escueta de una pieza circular de cuatro plantas de altura y una envolvente con vidrios curvados, que albergará un programa que incluye oficinas e instalaciones de investigación y desarrollo para 13.000 empleados, además de un auditorio, un gimnasio, un aparcamiento soterrado (todo el tránsito de vehículos contaminantes se realizará por galerías subterráneas) y, finalmente, una central eléctrica que, siguiendo el modelo de Masdar City, abastecerá a todo el campus.