La energía se ha convertido en uno de los grandes temas de la arquitectura. Los flujos termodinámicos que atraviesan los edificios, el modo en que estos se relacionan con su entorno y producen el calor y la electricidad que consumen, los megajulios por metro cúbico embebidos en los materiales o las toneladas de petróleo equivalentes gastadas en los procesos de construcción, son todas cuestiones tenidas cada vez más en cuenta en las memorias de concursos y proyectos. Sin embargo, la incorporación de lo energético a la arquitectura no suele ir más allá del simple trato con la técnica. En realidad, más que abrir un debate estético, el diálogo con la energía muchas veces lo ha cerrado, pues es frecuente que los asuntos relacionados con lo que en sentido amplio llamamos ‘termodinámica’ se pongan en manos de ‘especialistas’ poco dados a lucubraciones formales (profesionales del ‘bioclimatismo’, ingenieros y socioecólogos)...