Situada en las inmediaciones del Parque Natural del Guadarrama Medio, en Madrid, la Casa Lagartija, proyectada por Alberto Pieltáin, se asemeja a un vagón de tren, estrictamente modular, que se hubiese quedado detenido entre dos crestas paralelas de roca viva. Concebida como una casa de fin de semana, el edificio se organiza en dos niveles, si bien la planta baja apenas manifiesta su huella sobre el terreno, al estar apoyada sobre esbeltos pilares metálicos y muretes de mampostería que dotan a la casa de un acceso al nivel de la calle. Es el rotundo volumen prismático de la planta principal, por tanto, el que cobija la mayor parte del programa doméstico, desde la zona de acceso enrasada con la plataforma superior del terreno hasta el resto de zonas vivideras, organizadas a lo largo de una galería que se abre a las magníficas vistas circundantes, definidas por la presencia profusa de encinas, bolos de granito y monte bajo. Por lo demás, el elenco de colores y materiales empleados en la casa es muy escueto (tableros de madera-cemento, wengé o chapas plateadas), cuyos tonos y texturas resuenan con los característicos del entorno.