Guggenheim Wall Street

Martin Filler 
30/04/2000


Imagínense esto: una enorme construcción biomórfica forrada de un metal plateado —un primo hermano del magnífico Guggenheim de Bilbao, de Gehry— que se adentra en el East River cerca de la punta de Manhattan. Se apoya en columnas de veinticinco metros de altura, noventa metros al norte del Muelle 11, fondeadero del transbordador de Wall Street y del Hospital Flotante. Mirando al oeste, hacia el ‘cañón’ de Wall Street, se puede ver la aguja gótica de la iglesia de la Trinidad, que lleva apuntando hacia el cielo, en mitad del reino del Dinero, desde los días del Bartleby de Herman Melville. El edificio se extiende 150 metros junto al río, como un clíper con las velas hinchadas por la brisa fresca del puerto. Debido a los materiales reflectantes que lo cubren y a sus contornos ondulados, se va transformando a medida que cambian la luz y el tiempo, llegando a adquirir un resplandor casi insoportable cuando el sol aparece por encima del paseo de Brooklyn Heights, que está justamente enfrente. Al anochecer parece estar chapado con peltre. El edificio levanta el ánimo, al igual que lo hacen sus vecinos más nobles: el puente de Brooklyn y el edificio Woolworth...[+]


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