Julius Shulman está considerado uno de los padres de la moderna fotografía de arquitectura y, a sus 97 años, goza de un prestigio y reconocimiento indiscutibles amén de una lucidez envidiable. En las décadas comprendidas entre los años cuarenta y los ochenta del siglo pasado su actividad, centrada en el sur de California, ha sido infatigable y repleta de éxitos. En ese periodo, quizá un solo colega haya estado en condiciones de hacerle sombra: su compatriota Ezra Stoller. La aparición de una lujosa edición en tres volúmenes de gran tamaño que glosa su trayectoria es, por lo tanto, todo un acontecimiento para nuestra profesión. Presentados en un estuche forrado de tela a juego con las cubiertas, los tomos lucen un aspecto cuidado y robusto —un poco demodé— que parece un guiño a las monumentales oeuvres complètes de los grandes maestros del Movimiento Moderno. Algo que no sólo prestigia la edición sino que ayuda a entrar en materia, puesto que la obra se titula ‘Modernism Rediscovered’. El tamaño imponente y el tipo de acabado confieren a la obra un aire definitivo que nos retrotrae a los años cincuenta, a juego con el diseño gráfico de la revista Life de aquellos años.
Tras una presentación biográfica relativamente escueta a cargo de Philip J.Ethington —profesor de Historia y Ciencias Políticas en la Universidad del Sur de California— y un apologético ensayo del crítico fotográfico Owen Edwards, un entusiasta Benedikt Taschen nos describe la emoción de sumergirse en el gigantesco archivo de este cronista de la arquitectura americana. Una labor hecha en primera persona que ha durado, según el editor —amigo e incluso vecino del fotógrafo—, alrededor de cinco años. Este dilatado lapso temporal no debe sorprender, puesto que el archivo Shulman —recientemente cedido al Instituto Getty de Los Ángeles— comprende más de 260.000 negativos, transparencias y copias en papel. Un cálculo prudente sugiere que su autor ha disparado una media de una foto cada hora, ocho horas al día, todos los días del año desde 1937 hasta 1985 — fecha de su retiro oficial—. Esto sí que es sorprendente, más aún teniendo en cuenta el equipo utilizado, fundamentalmente cámaras de gran formato.
Superados los escritos introductorios, comienza la presentación de las obras seleccionadas: se ha seguido la clasificación numérica del archivo original, destinando a cada encargo —con algunas excepciones— entre una y cuatro páginas. Las imágenes van acompañadas por un breve texto informativo que reproduce, en cursiva, eventuales comentarios del propio Shulman recogidos durante una larga entrevista a cargo de Hunter Drohojowska- Philip.
Como el título promete, se ha centrado la atención en los edificios ‘estilo moderno americano’, especialmente casas unifamiliares aisladas, aunque se trata de una selección variada que comprende hoteles, bloques de oficinas, bancos o escuelas. A menudo se trata de obras menores o de fotografías poco conocidas de edificios famosos, ya que muchas de las mejores y más interesantes imágenes del maestro californiano ya habían sido recopiladas por distintas editoriales e incluso por la propia Taschen que, en 1998, publicó Julius Shulman: Architecture and its photography a cargo de Peter Gossel, al que siguió un homónimo Modernism Rediscovered a cargo de Pierluigi Serraino en el año 2000.
Es comprensible que la prestigiosa editorial de Colonia no haya querido canibalizar estos trabajos anteriores republicando imágenes, pero la calidad de muchas de las casi mil fotografías reunidas en esta nueva entrega no llega a la altura de la fama de su autor ni de las expectativas alentadas por tan loable iniciativa. En una obra como esta debería primar la excelencia sobre la novedad, al margen de un posible coste en términos comerciales. Por otra parte, no se acaba de entender si en Modernism Rediscovered se quiere focalizar el interés sobre los edificios, generalmente presentados de forma sucinta, o sobre las fotografías, impecablemente reproducidas pero no siempre a un tamaño coherente con su calidad o características.
En otro orden de cosas, la decisión de reproducir en color incluso las imágenes más antiguas es valiente y rigurosa, pero el precio a pagar por esta fidelidad al original supone un menor lucimiento de las mismas, pues los colores irreales y la pobreza tonal de las viejas películas a menudo distraen de la composición. Y hablando de composición, un análisis pausado de las imágenes descubre como, a pesar del oficio y del talento de Shulman, imprecisiones o iluminaciones intempestivas se deslizan ocasionalmente en los encuadres. Debido a su carga de trabajo, el maestro californiano parece no disponer del tiempo necesario para esperar la luz más favorable o para llevar a cabo una investigación exhaustiva del sujeto cuando se enfrenta a encargos rutinarios. Quizá—como otros colegas aclamados hoy en día— considere un lujo las horas dedicadas a reconocer el terreno antes de empezar el trabajo, o quizá la urgente repetición de un esquema básico sea el precio que hay que pagar para poder conseguir la marca de los 6.000 encargos —un reportaje cada tres días— , alcanzada por Shulman tras sus 50 años de actividad. A este propósito es revelador el tratamiento reservado a las casas de su gran mentor Richard Neutra: éstas siempre destacan por un trabajo inspirado, paciente y sin fisuras.
De todas formas, una vez digerido el empacho representado por las decenas de salas de estar retratadas desde una esquina hacia el jardín; de las piscinas con ama de casa sonriente y fachada acristalada al fondo; y de los interiores con estilismo a base de chimenea encendida y cesto de fruta, se puede empezar a separar el trigo de la paja. Y hay que decir que entre los 400 edificios presentados se encuentran obras muy interesantes y se muestran muchas fotografías memorables a pesar de que la dilución reste efectividad al conjunto.
Nada ni nadie puede a estas alturas discutir la capacidad y el arte de Julius Shulman pero, contra todo pronóstico, esta obra imponente y generosa no aporta muchos nuevos argumentos para acrecentar aún más la estatura de este gran maestro.