Las grandes expectativas provocadas por una persona de nombre tan dickensiano como David Chipperfield, director de la 13ª Bienal de Arquitectura de Venecia, rápidamente han degenerado en una atmósfera intencionadamente modesta. A pesar de la presencia de muchos de los principales arquitectos estrella del momento, el hecho de que la muestra se haya organizado bajo el lema ‘Common Ground’ ha abocado a sus respectivos egos a un lugar secundario. Esto se ha acentuado, además, por la sugerencia del director de que cada participante invitara a otros, no necesariamente arquitectos y con los cuales compartiera afinidades. El resultado de todo esto ha sido un espectáculo que va sobre seguro, que presenta buenas maneras pero que, en general, resulta totalmente inocuo...