«Testimonio de la dignidad, eficiencia y estabilidad del Gobierno estadounidense». Así rezaban los famosos Guiding Principles que la Administración Kennedy fijó para el diseño de edificios federales, una resolución que los arquitectos tradujeron al lenguaje brutalista entonces en boga y que dio pábulo a una colección de solemnes sedes de hormigón repartidas por todo el país. Entre ellas, la oficina central de correos de Houston —punto estratégico del Sur— se concibió como un moderno complejo logístico Texas size, desproporcionado ahora que los servicios postales agonizan. 

Tras casi una década abandonado a su suerte, un hub cultural ha insuflado nueva vida al inmueble y acoge gran variedad de programas de trabajo y ocio en torno a tres vacíos a doble altura abiertos en la retícula de la estructura original. En cada uno de estos atrios, una escalera monumental de distinto trazado y materialidad hace efectiva la conexión entre los niveles y favorece la interacción entre los usuarios: los recorridos se duplican, se entrelazan o se enroscan para generar lugares de encuentro bajo los grandes lucernarios que trasciendan el mero hecho de subir y bajar.