Frente al implacable crecimiento de Shenzhen —hace medio siglo una sencilla villa de pescadores hoy devenida en megalópolis puntera—, se estableció una política ambiental férrea, ciertamente insólita en el país, que regulaba la proliferación de industrias y barrios residenciales, en tanto que protegía los espacios naturales que rodean esta ciudad del delta del río de las Perlas. Preservar, pero también aprovechar, es lo que contempla ahora el ambicioso proyecto de seiscientas hectáreas, con el que un fragmento de ciudad en el distrito de Guangming quedará conectado con el extenso bosque adyacente.

Una pasarela elevada de distintivo color rojo arranca en el tramo más urbano y se despliega por el territorio con pendiente suave y constante, cosiendo a su paso senderos y pistas forestales de modo que los aficionados a las actividades al aire libre puedan alcanzar de forma cómoda y segura áreas más distantes de las montañas. Servicios variados proyectados en fases sucesivas jalonarán el recorrido: miradores, cafeterías o aseos que se ejecutan como pabellones prefabricados para minimizar el impacto de su implantación.