Su autor presenta el libro como un juego literario, una broma o un pasatiempo, pero estas dos docenas de relatos sobre las circunstancias en que murieron destacados arquitectos son más bien exquisitas miniaturas que reúnen inteligencia crítica, erudición biográfica y destreza narrativa. Tomando como modelo en cada caso una diferente obra literaria —cuyo estilo se evoca, y de la que en ocasiones se reproducen fragmentos— José Ramón Hernández Correa recorre la historia de la arquitectura usando como hitos la desaparición de muchos de sus protagonistas. Desde Caín, el primer constructor de ciudades, inevitablemente acuñado en el molde de la Biblia, y hasta el añorado Enric Miralles, cuya prematura muerte se recuerda con los Ejercicios de estilo de Raymond Queneau que inspiran el volumen, por las páginas de Necrotectónicas desfilan Miguel Ángel, Sinan, Borromini o Ledoux, pero también Gaudí, Terragni, Le Corbusier o Kahn, en una secuencia de desapariciones frecuentemente trágicas en las que solamente se echa en falta el teatral asesinato de Stanford White, el disipado socio de McKim, Mead and White. Los textos literarios son igualmente sugerentes, y si para Dédalo se usa como referencia la Antígona de Sófocles, o para Apolodoro de Damasco las Memorias de Adriano, de Marguerite Yourcenar, Antonio Sant’Elia se relata con el Manifiesto Futurista de Marinetti, Louis Sullivan con Suave es la noche de Scott Fitzgerald, Charles Rennie Mackintosh con los Dublineses de James Joyce, y José Manuel Aizpurúa con San Camilo 1936, de Camilo José Cela.
Ilustrado con dibujos de la hermana del autor, que reproducen con imágenes el guiño de las citas —en este caso pictóricas—, la obra es amena, sugerente y está admirablemente escrita, otra pequeña joya de Ediciones Asimétricas.
José Ramón Hernández Correa
Necrotectónicas
Ediciones Asimétricas, Madrid, 2014
167 páginas