Los últimos libros de Thomas Piketty y Francis Fukuyama abordan el desafío populista desde perspectivas complementarias. El economista francés extiende el estudio de la desigualdad de rentas y patrimonios recogido en Le capital au XXI siècle a las desigualdades educativas, y también a la justificación ideológica de la desigualdad que suministra combustible al actual auge identitario y nacionalista; por su parte, el politólogo estadounidense, que en Political Order and Political Decay había advertido sobre los riesgos para la democracia del levantamiento populista frente a los abusos de las élites, aborda ahora el ascenso de la variante nacionalista que representan Trump, Putin o Erdogan, impulsada no tanto por motivaciones económicas como por las demandas de reconocimiento de identidades diversas y enfrentadas. Y más allá del diagnóstico, ambos proponen herramientas políticas para enfrentarse a la crisis contemporánea: Piketty, defendiendo un socialismo participativo e internacionalista, con un exigente soporte fiscal, y que supere el capitalismo convencional a través de la propiedad social y temporal; y Fukuyama, mediante un refuerzo de la democracia liberal para evitar que la identidad nacional se construya sobre elementos étnicos, y utilizando la demanda de dignidad que está en la base de las políticas identitarias para incrementar la cohesión social.
Capital et idéologie se presenta como una prolongación del anterior bestseller de su autor, aunque más amplio en su cobertura geográfica, y algo distinto en su enfoque, que ahora suma los factores ideológicos a los propiamente económicos. El mayor formato y menor cuerpo de letra se añaden al gran número de páginas para componer un volumen tan intimidatorio que Piketty ruega al lector que no salte de la introducción al último capítulo, pero permite abordar una minuciosa historia de los regímenes desigualitarios, incluyendo las sociedades esclavistas y coloniales, hasta las grandes transformaciones del siglo XX y los conflictos políticos del XXI. Si el volumen anterior usaba a Balzac y a Jane Austen para ilustrar sus tesis, los novelistas ahora elegidos son el mexicano Carlos Fuentes, el indonesio Pramoedya Ananta Toer y la nigeriana Chimamanda Ngozi Adichie, una selección que muestra la apertura de la lente geográfica, ampliada también por la atención prestada a las migraciones y a la desigualdad que separa a ciudadanos de extranjeros. Pero el rasgo más significativo del libro, como subraya su título, es el análisis de las ideologías que justifican la desigualdad con el equívoco relato meritocrático del hipercapitalismo, defendido por una alianza non sancta entre ‘la derecha mercantil’ y ‘la izquierda brahmánica’. Frente a ellas, Piketty pone en cuestión tanto la sacralización de la propiedad como la hipocresía educativa, y su propuesta de mutaciones económicas se acompaña de una transformación radical del acceso al conocimiento, y sobre estos pilares asienta el dique político que pueda contener la deriva identitaria.
Francis Fukuyama es más modesto en sus propuestas y en la extensión de su prosa, pero Identity es una disección lúcida y elegante de la crisis política e intelectual que ha engendrado el nacionalismo populista contemporáneo, el ascenso del islamismo revolucionario o las controversias identitarias de los campus universitarios, fenómenos todos ellos que reclaman formas restrictivas de reconocimiento individual o social basadas en la nación, la religión o la raza. Frente a las políticas de la identidad, Fukuyama reclama el universalismo característico de la democracia liberal, pero reconoce que la emergencia de esas mareas de resentimiento está basada en un deficiente reconocimiento de la dignidad de personas o grupos, y piensa que muchos conflictos actuales tienen un origen más ideológico que económico. Remontándose a Platón, Lutero, Rousseau, Kant o Hegel para explicar las bases intelectuales de las políticas de género, del Brexit o de la crisis siria, el politólogo ofrece un retrato detallado de un mundo que cambió dramáticamente «a mediados de la segunda década del siglo XXI».
Aunque el ímpetu radical de Piketty contrasta con el reformismo liberal de Fukuyama, ambos coinciden en la denuncia de la desigualdad, y también en subrayar la importancia crucial de las ideas, bien sea para falsificar la representación del mundo, bien para transformarlo en un mejor escenario de la vida individual o colectiva.